lunes, diciembre 29, 2025

Pitalito; epicentro del turismo cultural del sur del Huila.

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Pitalito; epicentro del turismo cultural del sur del Huila.

El sector cultural bogotano durante las últimas cinco o seis alcaldías ha contado con una inmensa racha de suerte comparado a las demás ciudades del país, pues las discusiones políticas más acaloradas y virulentas han ignorado su existencia. La atención pública se centra en el sector movilidad e incluso en la creciente preocupación por la seguridad y la salubridad del sistema de basuras. En cambio, la organización de Idartes, las redes de bibliotecas y su gestión cultural han podido funcionar paralelas al apetito burocrático de cada uno de los sectores de izquierda, centro o derecha que han llegado al poder. En general los gobiernos distritales no han empezado cada cuatro años de cero, han respetado los procesos llevados por los líderes locales y le han dado continuidad a los proyectos que funcionan. Esta situación es inusual en la política colombiana, pero sus frutos pueden verse en el aparente buen funcionamiento del sector cultural. Las personas con experiencia, y con la confianza del sector han podido hacer su trabajo con cierta normalidad. Es aparentemente contradictorio decir que, entre menos visibilidad, polémica, y sobretodo menor volatilidad laboral exista en el sector cultural, las cosas parecieran funcionar mejor, porque dentro del paradigma democrático se cree que funcionarios públicos anquilosados y permanentes se desinteresan por la gestión y se convierten en piedras inmóviles y estorbosas. Eso sin duda puede ocurrir —sobran los ejemplos— pero la cultura ha demostrado ser la excepción, en gran parte gracias a la figura jurídica de ente descentralizado. Idartes como ente independiente es responsable del buen funcionamiento del sector cultural Bogotano, y algo parecido —a una escala menor, al menos en lo que respecta al presupuesto— ha ocurrido en Pitalito con el ICRD.

Pitalito es un caso particular en su sector cultural, cuyo dinamismo supera al de muchas capitales regionales del país. En primer lugar, casi todo nuestro motor cultural depende de lo público pues no tenemos grandes y adineradas familias que frecuenten el mecenazgo, ya que las preocupaciones culturales suelen ser casi exclusivas de las clases populares. Individualmente una decena de gremios artísticos han ido labrándose una reputación nacional, obligando a los políticos a generar ese espacio en el que hoy discuten y conviven las artes laboyanas. El ICRD lo armaron, lo promovieron y lo defienden los promotores culturales, y casi por inercia el sector cultural a su alrededor se enfrenta a una ambición colectiva de la que seguramente no todos son muy conscientes; la de mostrar a Pitalito como un potencial epicentro turístico cultural.

Algunos sectores se han planteado ideas semejantes individualmente, pero fracasaron por mezclarlo con sus ambiciones personales. Durante su visita para apoyar las festividades del San Pedro del 2025, el maestro Carrocero de la ciudad de Pasto, Maicol Paz, parecía sorprendido por la poca visibilidad externa que tenía el movimiento cultural laboyano. “Nadie conoce lo que se hace en Pitalito fuera de aquí” comentó luego de conocer algo del movimiento artístico local. “Ustedes se están comiendo las galletas solos”. Y agregó “Cada colombiano conoce cual es la oferta cultural de Pasto durante el festival de negros y blancos, pero nadie fuera del Huila sabe que el sector cultural de Pitalito existe y por qué es relevante”.

Si bien cada artista y cada promotor necesita vivir, el fin último de los sectores culturales no debería ser disputarse a espadazos el limitado dinero destinado a la cultura. El presupuesto público es un punto de partida inicial y establece los parámetros donde los artistas locales pueden participar en igualdad de condiciones en un mercado nacional. A diferencia de Bogotá, Pitalito necesita mostrar y vender a sus artistas, pero incluso más allá de eso, necesita mostrarse como una experiencia artística única que fortalezca al turismo local: pictórica, musical, dancística, teatral, literaria o culinaria, es urgente aprender a vendernos como lo que somos, una amalgama de artes y experiencias, un lugar en el mundo digno para visitar y para vivir. Los sectores culturales, por tanto, deberían dejar a un lado su afán interno de protagonismo, sus envidias parroquiales y sus recelos y establecer juntos una meta común. Lo importante está frente a nuestras narices, y todavía no nos hemos dado cuenta.

PD: Si algo está por hacerse es que necesitamos que las personas se apropien del ICRD y participen activamente en sus eventos y programas. Necesitamos con urgencia que cada ciudadano de Pitalito recuerde que cada centavo del presupuesto cultural le concierne, pero no para debates frívolos, chantajes mediáticos o intereses electorales; en la cultura participamos todos haciendo o disfrutando de la cultura.

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